Un año antes de la Revolución
Exactamente
el 25 de mayo de 1809 estalló un movimiento juntista en la región de Charcas,
hoy Estado Plurinacional de Bolivia. El presidente de la Audiencia, máximo
tribunal judicial colonial, fue nombrado presidente de una junta local que
gobernaría en nombre del rey Fernando VII de España.
Entre los
motivos que condujeron a este movimiento estaban los rumores que se esparcieron
sobre los propósitos que perseguía Carlota Joaquina de Borbón, hermana mayor de
Fernando VII, y princesa de Portugal -cuya corte se había trasladado a Río de
Janeiro a fines de 1807 por la invasión de los ejércitos napoleónicos-, sobre
anexar Charcas a los dominios portugueses. Pronto, en julio, la ciudad de La
Paz replicó la experiencia. Pero tanto desde Lima como desde Buenos Aires se
enviaron fuerzas para reprimir los alzamientos.
Pese a su
fracaso, estas juntas fueron ensayos y muestras de la incidencia de un nuevo
lenguaje político: el de la soberanía popular. Esta teoría argumentaba que los
pueblos habían delegado la soberanía en el rey. Pero ante la circunstancia de
que Fernando VII fue hecho cautivo por Napoleón, a partir de este vacío de
poder, el poder volvía a los pueblos.
La primera opción: una mujer
El
llamado proyecto carlotista agrupó a varios personajes que formarían parte del
elenco revolucionario: Juan José Castelli, Antonio Beruti, Hipólito Vieytes,
los hermanos Nicolás y Saturnino Rodríguez Peña y Manuel Belgrano, abogados
letrados y comerciante. En septiembre de 1808 propusieron que el Virreinato del
Río de la Plata fuera gobernado por una regencia de Carlota. Así, aspiraban
"americanizar" el imperio español, al mantener el gobierno en la
misma dinastía e integrando la monarquía con mayor autonomía.
A partir de
sucesivos contactos le extendieron a Carlota la invitación para que viajara
desde Río de Janeiro hasta el Río de la Plata para ser nombrada regente. Si
bien estuvo muy cerca de concretarse, la oposición española e inglesa hizo
naufragar esta opción, en lo que veían como un desequilibrio entre las
potencias al quedar unidas las coronas de Portugal y de España en América, bajo
la figura de una mujer.
La vigilia: el petitorio al Cabildo
El 24 de mayo
de 1810, milicianos recorrieron calles y domicilios de Buenos Aires
recolectando firmas para elevar un petitorio al Cabildo demandando que se
disolviese la Junta conformada esa tarde, presidida por el virrey Cisneros. Las
hojas del petitorio estaban membretadas con los sellos de la realeza española,
para otorgarle mayor oficialidad al documento.
El documento hablaba
en nombre de "Los vecinos, comandantes y oficiales de los cuerpos
voluntarios de esta capital de Buenos Aires que abajo firmamos por nosotros y a
nombre del pueblo…", solicitando que se cumpliese la voluntad del Cabildo
Abierto del 22 de mayo, que había resuelto el nombramiento de una nueva Junta
excluyendo al virrey.
Se reunieron más de 400 firmas. Las que aparecen en primer
lugar son las de los comandantes de los cuerpos milicianos que se habían
conformado a partir de las invasiones inglesas en 1806 y 1807.
Tanto Domingo
French como Antonio José Beruti -inmortalizados en la memoria colectiva
repartiendo escarapelas, aunque en realidad se trataron de lazos blancos y
rojos-, estamparon su firma "a nombre de 600", en representación de
los milicianos que comandaban, de la llamada "Legión infernal",
"chisperos" o agitadores. Las cintas blancas representaban la unidad
entre españoles europeos y americanos; y las rojas, la oposición al virrey:
eran distintivos políticos.
Junto con el
petitorio, al día siguiente, el 25 de mayo, se entregó una nómina con los que
serían integrantes de la "Primera Junta".
En aquella
época, las firmas no eran garabatos ilegibles e indescifrables, sino que se
solía estampar nombre y apellido completos, porque su función era la
identificación. Generalmente iban acompañadas de las denominadas rúbricas
"en canastilla" o "ringorrango", firuletes que adornaban y
ornamentaban el trazo, como una marca de autenticidad de la firma. La firma de
este petitorio al Cabildo afirmaba una decisión política, convirtiendo a sus
autores en actores de una revolución.
Entre las 26
carillas de firmas que acompañan el petitorio se encuentra la de un cacique
limeño, que firmó "Yo el Cacique Don José Minoyulle", llamativamente
reproduciendo la fórmula real, dado que los reyes firmaban "Yo El
Rey". Probablemente fuera Don Francisco Humac Minoyulle, escribano de las
comunidades indígenas de Lima.
El mismo
diario anónimo del soldado de Patricios anteriormente citado, cuyo comandante
pasó a ser presidente de la Junta, concluye el 25 de mayo de 1810 con la
siguiente frase: "Desde este día adelante, Revolución".
Fuente: Área de Investigación del Museo Nacional del Cabildo de Buenos
Aires y de la Revolución de Mayo.
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