Los chicos y las chicas de 7º, junto a la seño Rosalba, transitan un recorrido literario a través de la poesía. Por recomendación de APOA (Asociación de POetas Argentinos) leen a:
Máximo Simpson (argentino, 1929-)
La gotera
La gotera caía
sobre el pan,
sobre el tiempo.
La gotera caía como salmo insensato,
como loco aleluya,
como lento gorjeo,
como un aria indecisa.
Y la gotera hablaba en medio de la noche,
era un ala que rozaba los días.
La gotera caía como terca amenaza,
se metía hacia dentro,
en la médula misma,
en el cogollo herido,
en las uñas dormidas,
en el cuaderno niño entre las letras,
adentro de la pulpa,
adentro de la vida.
La gotera caía
sobre el pan,
sobre el tiempo.
TO BE OR NOT TO BE
Yo quise ser un rojo violín desorbitado,
un ex abrupto eterno,
un jardín de magnolias o una tromba,
y sólo soy ahora profesor de nostalgias,
edecán del otoño pesaroso.
Yo quise ser el mar,
o tal vez quise ser lo que no quise,
un triángulo isósceles o un trueno,
o una momia egipcia
con su paz infinita, imperturbable.
Eso quise tal vez en mi constancia,
en mi apuro, en mi afán, en mi zozobra,
quise ser el revés, la mano izquierda,
el costado de mí, mi renegado,
y sólo soy mi tú, mi pobre mí,
un pronombre ya exhausto,
un posesivo huérfano, un despojado mi.
Eso quise tal vez,
y sólo soy ahora mi vecino,
apenas mi perfil, mi suroeste,
mi terco lateral:
estoy en la adyacencia limítrofe de mí,
y siento desazón, me extraño mucho.
De postre, podemos escuchar y ver a Máximo Simpson en su poema To be or not to be:
08 agosto 2013
Roberto Juárroz
Los chicos y las chicas de 7º, junto a la seño Rosalba, transitan un recorrido literario a través de la poesía. Por recomendación de APOA (Asociación de POetas Argentinos) leen a:
Roberto Juárroz (argentino, 1925-1995)
(IV-26)
Quizá nos quedemos fijados en un pensamiento,
pensándolo para siempre.
Puede ser que la eternidad no sea otra cosa
que concentrarse sin alrededores
en el pensamiento más denso
y quedarse allí como una planta despierta
que coloniza para siempre su minúsculo espacio.
Morir no sería entonces
nada más que el último esfuerzo de la atención,
el abandono de los otros pensamientos.
(V-10)
Hay vidas que duran un instante:
su nacimiento.
Hay vidas que duran dos instantes:
su nacimiento y su muerte
Hay vidas que duran tres instantes:
su nacimiento, su muerte y una flor.
(VI-25)
Hay pocas muertes enteras.
Los cementerios están llenos de fraudes.
Las calles están llenas de fantasmas.
Hay pocas muertes enteras.
Pero el pájaro sabe en qué rama última se posa
Y el árbol sabe donde termina el pájaro.
Hay pocas muertes enteras.
La muerte cada vez es más insegura.
La muerte es una experiencia de vida.
Y a veces se necesitan dos vidas
para poder completar una muerte.
Hay pocas muertes enteras.
Las campanas doblan siempre lo mismo.
Pero la realidad ya no ofrece garantías
y no basta vivir para morir.
(VI -27)
El silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento.
Así como cada voz tiene un timbre y una altura,
cada silencio tiene un registro y una profundidad.
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.
Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo.
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,
tal vez más que el lector.
(XIII-55)
Rostros que van,
rostros que vuelven.
Hay una sola diferencia:
la lluvia, en el camino,
moja más a los que vuelven.
Roberto Juárroz (argentino, 1925-1995)
(IV-26)
Quizá nos quedemos fijados en un pensamiento,
pensándolo para siempre.
Puede ser que la eternidad no sea otra cosa
que concentrarse sin alrededores
en el pensamiento más denso
y quedarse allí como una planta despierta
que coloniza para siempre su minúsculo espacio.
Morir no sería entonces
nada más que el último esfuerzo de la atención,
el abandono de los otros pensamientos.
(V-10)
Hay vidas que duran un instante:
su nacimiento.
Hay vidas que duran dos instantes:
su nacimiento y su muerte
Hay vidas que duran tres instantes:
su nacimiento, su muerte y una flor.
(VI-25)
Hay pocas muertes enteras.
Los cementerios están llenos de fraudes.
Las calles están llenas de fantasmas.
Hay pocas muertes enteras.
Pero el pájaro sabe en qué rama última se posa
Y el árbol sabe donde termina el pájaro.
Hay pocas muertes enteras.
La muerte cada vez es más insegura.
La muerte es una experiencia de vida.
Y a veces se necesitan dos vidas
para poder completar una muerte.
Hay pocas muertes enteras.
Las campanas doblan siempre lo mismo.
Pero la realidad ya no ofrece garantías
y no basta vivir para morir.
(VI -27)
El silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento.
Así como cada voz tiene un timbre y una altura,
cada silencio tiene un registro y una profundidad.
El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro
y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre.
Existe un alfabeto del silencio,
pero no nos han enseñado a deletrearlo.
Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable,
tal vez más que el lector.
(XIII-55)
Rostros que van,
rostros que vuelven.
Hay una sola diferencia:
la lluvia, en el camino,
moja más a los que vuelven.
Olga Orozco
Los chicos y las chicas de 7º, junto a la seño Rosalba, transitan un recorrido literario a través de la poesía. Por recomendación de APOA (Asociación de POetas Argentinos) leen a:
Olga Orozco (argentina, 1920-1999)
Esa es tu pena...
Esa es tu pena.
Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras
y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres que no vuelven.
Colócala a la altura de tus ojos
y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda,
o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes,
o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.
Si observas al trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.
Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve,
un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina del reverso del cielo.
Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama
y se retrae como ciertas flores si la roza cualquier sombra extranjera.
No la dejes caer ni la sometas al hambre y al veneno;
sólo conseguirías la multiplicación, un erial, la bastarda maleza en vez de olvido.
Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.
No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel entre columnas rotas,
aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido.
No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre, no la gastes con nadie.
Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del naufragio:
sepúltala en tu pecho hasta el final, hasta la empuñadura.
Jugabas a esconderte entre los utensilios de cocina...
XIV
Jugabas a esconderte entre los utensilios de cocina
como un extraño objeto tormentoso entre indecibles faunas,
o a desaparecer en las complicidades del follaje
con un manto de dríada dormida bajo los velos de la tarde,
o eras sustancia yerta debajo de un papel que se levanta y anda.
Henchías los armarios con organismos palpitantes
o poblabas los vestidos vacíos con criaturas decapitadas y fantasmas.
Fuiste pájaro y grillo, musgo ciego y topacios errantes.
Ahora sé que tratabas de despistar a tu perseguidora con efímeras máscaras.
No era mentira el túnel con orejas de liebre
ni aquella cacería de invisibles mariposas nocturnas.
Te alcanzó tu enemiga poco a poco
y te envolvió en sus telas como con un disfraz de lluviosos andrajos.
Saliste victoriosa en el irreversible juego de no estar.
Sin embargo, aún ahora, cierta respiración desliza un vidrio frío por mi espalda.
Y entonces ese insecto radiante que tiembla entre las flores,
la fuga inexplicable de las pequeñas cosas,
un hocico de sombra pegado noche a noche a la ventana, no sé, podría ser,
¿quién me asegura acaso que no juegas a estar, a que te atrapen?
Olga Orozco (argentina, 1920-1999)
Esa es tu pena...
Esa es tu pena.
Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras
y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres que no vuelven.
Colócala a la altura de tus ojos
y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda,
o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes,
o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.
Si observas al trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.
Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve,
un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina del reverso del cielo.
Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama
y se retrae como ciertas flores si la roza cualquier sombra extranjera.
No la dejes caer ni la sometas al hambre y al veneno;
sólo conseguirías la multiplicación, un erial, la bastarda maleza en vez de olvido.
Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.
No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel entre columnas rotas,
aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido.
No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre, no la gastes con nadie.
Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del naufragio:
sepúltala en tu pecho hasta el final, hasta la empuñadura.
Jugabas a esconderte entre los utensilios de cocina...
XIV
Jugabas a esconderte entre los utensilios de cocina
como un extraño objeto tormentoso entre indecibles faunas,
o a desaparecer en las complicidades del follaje
con un manto de dríada dormida bajo los velos de la tarde,
o eras sustancia yerta debajo de un papel que se levanta y anda.
Henchías los armarios con organismos palpitantes
o poblabas los vestidos vacíos con criaturas decapitadas y fantasmas.
Fuiste pájaro y grillo, musgo ciego y topacios errantes.
Ahora sé que tratabas de despistar a tu perseguidora con efímeras máscaras.
No era mentira el túnel con orejas de liebre
ni aquella cacería de invisibles mariposas nocturnas.
Te alcanzó tu enemiga poco a poco
y te envolvió en sus telas como con un disfraz de lluviosos andrajos.
Saliste victoriosa en el irreversible juego de no estar.
Sin embargo, aún ahora, cierta respiración desliza un vidrio frío por mi espalda.
Y entonces ese insecto radiante que tiembla entre las flores,
la fuga inexplicable de las pequeñas cosas,
un hocico de sombra pegado noche a noche a la ventana, no sé, podría ser,
¿quién me asegura acaso que no juegas a estar, a que te atrapen?
Oliverio Girondo
Los chicos y las chicas de 7º, junto a la seño Rosalba, transitan un recorrido literario a través de la poesía. Por recomendación de APOA (Asociación de POetas Argentinos) leen a:
Oliverio Girondo (argentino, 1891-1967)
Aparición Urbana
¿Surgió de bajo tierra?
¿Se desprendió del cielo?
Estaba entre los ruidos,
herido,
malherido,
inmóvil,
en silencio,
hincado ante la tarde,
ante lo inevitable,
las venas adheridas
al espanto,
al asfalto,
con sus crenchas caídas,
con sus ojos de santo,
todo, todo desnudo,
casi azul, de tan blanco.
Hablaban de un caballo.
Yo creo que era un ángel.
Dicotomía incruenta
Siempre llega mi mano
más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
y forman una mano.
Cuando voy a sentarme
advierto que mi cuerpo
se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
adonde yo me siento.
Y en el preciso instante
de entrar en una casa,
descubro que ya estaba
antes de haber llegado.
Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,
y que mientras me rieguen de lugares comunes,
ya me encuentre en la tumba,
vestido de esqueleto,
bostezando los tópicos y los llantos fingidos.
Escrúpulo
Me parece que vivo
que estoy entre los ruidos
que miro las paredes,
que estas manos son mías,
pero quizás me engañe
y paredes y manos
sólo sean recuerdos
de una vida pasada.
He dicho "me parece"
yo no aseguro nada.
Oliverio Girondo (argentino, 1891-1967)
Aparición Urbana
¿Surgió de bajo tierra?
¿Se desprendió del cielo?
Estaba entre los ruidos,
herido,
malherido,
inmóvil,
en silencio,
hincado ante la tarde,
ante lo inevitable,
las venas adheridas
al espanto,
al asfalto,
con sus crenchas caídas,
con sus ojos de santo,
todo, todo desnudo,
casi azul, de tan blanco.
Hablaban de un caballo.
Yo creo que era un ángel.
Dicotomía incruenta
Siempre llega mi mano
más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
y forman una mano.
Cuando voy a sentarme
advierto que mi cuerpo
se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
adonde yo me siento.
Y en el preciso instante
de entrar en una casa,
descubro que ya estaba
antes de haber llegado.
Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,
y que mientras me rieguen de lugares comunes,
ya me encuentre en la tumba,
vestido de esqueleto,
bostezando los tópicos y los llantos fingidos.
Escrúpulo
Me parece que vivo
que estoy entre los ruidos
que miro las paredes,
que estas manos son mías,
pero quizás me engañe
y paredes y manos
sólo sean recuerdos
de una vida pasada.
He dicho "me parece"
yo no aseguro nada.
Juan Gelman
Los chicos y las chicas de 7º, junto a la seño Rosalba, transitan un recorrido literario a través de la poesía. Por recomendación de APOA (Asociación de POetas Argentinos) leen a:
Juan Gelman (argentino, 1930-)
Costumbres
no es para quedarnos en casa que hacemos una casa
no es para quedarnos en el amor que amamos
y no morimos para morir
tenemos sed y
paciencias de animal
El juego en que andamos
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.
Epitafio
Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.
Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.
¡Digo que el hombre debe serlo!
Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.
Juan Gelman (argentino, 1930-)
Costumbres
no es para quedarnos en casa que hacemos una casa
no es para quedarnos en el amor que amamos
y no morimos para morir
tenemos sed y
paciencias de animal
El juego en que andamos
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.
Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.
Epitafio
Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.
Quise o no quise. Pero a veces
me quisieron. También a mí
me alegraban: la primavera,
las manos juntas, lo feliz.
¡Digo que el hombre debe serlo!
Aquí yace un pájaro.
Una flor.
Un violín.
Alejandra Pizarnik
Los chicos y las chicas de 7º, junto a la seño Rosalba, transitan un recorrido literario a través de la poesía. Por recomendación de APOA (Asociación de POetas Argentinos) leen a:
Alejandra Pizarnik (argentina, 1936-1972)
CUARTO SOLO
Si te atreves a sorprender
la verdad de esta vieja pared;
y sus fisuras, desgarraduras,
formando rostros, esfinges,
manos, clepsidras,
seguramente vendrá
una presencia para tu sed,
probablemente partirá
esta ausencia que te bebe.
LA ÚLTIMA INOCENCIA
Partir
en cuerpo y alma
partir.
Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.
He de partir
Pero arremete ¡viajera!
MADRUGADA
Desnudo soñando una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro.
Alejandra Pizarnik (argentina, 1936-1972)
CUARTO SOLO
Si te atreves a sorprender
la verdad de esta vieja pared;
y sus fisuras, desgarraduras,
formando rostros, esfinges,
manos, clepsidras,
seguramente vendrá
una presencia para tu sed,
probablemente partirá
esta ausencia que te bebe.
LA ÚLTIMA INOCENCIA
Partir
en cuerpo y alma
partir.
Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más fila para morir.
He de partir
Pero arremete ¡viajera!
MADRUGADA
Desnudo soñando una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro.
02 agosto 2013
El Libertador
Los chicos de 3er grado junto a sus seños Marisol y Andrea, se preparan con mucha seriedad para compartir con ustedes lo que están aprendiendo acerca del General José de San Martín. Los ayudamos con un par de canciones que aparecen en La asombrosa excursión de Zamba a Yapeyú.
1.Bolero de Remedios:
Remedios, Remedios, Remedios
San Martín está loco por ti.
A pesar de que tú eres tan pequeña
sin tu amor él no puede más vivir.
Es un hombre que trabaja mucho, mucho
pues a América quiere liberar.
Andará por todos lados a caballo
pero a ti te quiere conquistar.
Enamorado, enamorado
y contigo se quiere casar.
Remeditos, Remeditos, Remeditos
dile que sí, y tu mano le darás.
Letra y Música: Leo Sujatovich
2. Marcha de los Andes:
Ya nos vamos para Chile
nos espera un largo viaje
repasemos si está todo
si está todo el equipaje.
Llevamos la bandera
que las damas nos cosieron.
Llevamos nuestros ponchos
que son de gran diseño.
Llevamos algún mapa
¡mirá si nos perdemos!
Llevamos una brújula
gracias a los porteños
No olviden los cañones
que vamos a luchar
¡pucha que son pesados!
¿Quién los quiere cargar?
¿A dónde vamos, mi general?
Vamos a Chile, vamos allá.
¿Para qué vamos, mi general?
Para ser libres, un, dos, tres, ya
Precisamos granaderos,
gauchos nobles con coraje
los soldados están todos
pero miren lo qué traje.
Necesitamos muchas armas
fabriquemos como sea
Al ejército realista
vamos a darle pelea
¿Y dónde es Lima, mi general?
Pasando Chile, está en Perú.
¿Para qué vamos, mi general?
Para ser libres, libres del sur.
Letra: Fernando Sánchez e Ingrid Beck
Música: Leo Sujatovich
1.Bolero de Remedios:
Remedios, Remedios, Remedios
San Martín está loco por ti.
A pesar de que tú eres tan pequeña
sin tu amor él no puede más vivir.
Es un hombre que trabaja mucho, mucho
pues a América quiere liberar.
Andará por todos lados a caballo
pero a ti te quiere conquistar.
Enamorado, enamorado
y contigo se quiere casar.
Remeditos, Remeditos, Remeditos
dile que sí, y tu mano le darás.
Letra y Música: Leo Sujatovich
2. Marcha de los Andes:
Ya nos vamos para Chile
nos espera un largo viaje
repasemos si está todo
si está todo el equipaje.
Llevamos la bandera
que las damas nos cosieron.
Llevamos nuestros ponchos
que son de gran diseño.
Llevamos algún mapa
¡mirá si nos perdemos!
Llevamos una brújula
gracias a los porteños
No olviden los cañones
que vamos a luchar
¡pucha que son pesados!
¿Quién los quiere cargar?
¿A dónde vamos, mi general?
Vamos a Chile, vamos allá.
¿Para qué vamos, mi general?
Para ser libres, un, dos, tres, ya
Precisamos granaderos,
gauchos nobles con coraje
los soldados están todos
pero miren lo qué traje.
Necesitamos muchas armas
fabriquemos como sea
Al ejército realista
vamos a darle pelea
¿Y dónde es Lima, mi general?
Pasando Chile, está en Perú.
¿Para qué vamos, mi general?
Para ser libres, libres del sur.
Letra: Fernando Sánchez e Ingrid Beck
Música: Leo Sujatovich
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